miércoles, 10 de septiembre de 2008

el asesinato de jovencitos en Creel, testimonios‏

El Imparcial, Hermosillo, Sonora, México, 27 de agosto de 2008.

Resulta lamentable constatar que mientras la muerte de un joven de apellido conocido logra reunir a todos los gobernadores, los ministros de la Corte, Secretarios de Estado y representantes del poder legislativo con el primer mandatario para reflexionar sobre la inseguridad, el asesinato de una docena de jovencitos, ametrallados en un remoto lugar de la sierra chihuahuense, no pasa de ser una noticia de la página roja de algunos diarios…

Lo sucedido en Creel, Chih., fue una tragedia que se repite, de otras formas, casi a diario desde hace meses. Dos personas, dedicadas desde hace tiempo a convivir y trabajar con los habitantes de la sierra tarahumara vivieron ese drama. Lo que sigue es parte de su testimonio.

Javier Ávila S. J. celebraba la eucaristía. “Antes de la misa creí oír algo. Ya comencé la misa muy inquieto. No podía imaginarme lo que iba a pasar y en ese ambiente celebré y terminé la eucaristía”. Antes, un grupo de jóvenes, de bachillerato en su mayoría, jugaban carreras descalzos en una bodega, al otro extremo del poblado, cuando varios vehículos tripulados por un comando armado irrumpió en el salón. Desde la calle comenzaron a disparar, cruzaron los más de 100 metros de terracería y siguieron disparando, los jóvenes empezaron a caer víctimas de las balas.
Al terminar la misa, Javier fue informado y se dirigió hacia el lugar. “Sabía que me iba a topar a la policía, que no me iba a dejar pasar… pero nadie me impidió el paso, nadie cerró la carretera, nadie había tendido un círculo de protección… sin problemas llegué hasta el lugar donde estaban las personas tiradas”.
“Me impactó mucho el ver los cuerpos tirados y encontrarme el dolor de las madres. Ver los cuerpos mutilados, las gargantas abiertas, las caras desfiguradas… me impactó mucho, no pude y me quebré”. “No sentía odio, sentía una incapacidad impresionante, sentía el coraje frente a un hecho que no se había podido impedir.”
“No sabía yo cuántos eran, a primera vista ví como a cinco, empecé a recorrer y conté 12. Después me dijeron –aquí falta uno– y al levantar la cobija ví al pequeñito en los brazos de su padre, el niño protegido por el cuerpo de su padre”.
Pedro de Velasco, también S. J., nos dice: “yo me siento totalmente aturdido y muy impotente ante toda la monstruosidad que está detrás de esto. Lo poquito que hemos intentado hacer es tratar de que no cundan la histeria y la desesperación, pues en este momento todo son rumores, valentonadas, desconfianza y amenazas que no sabes de dónde vienen o si son ciertas (se habla de hasta 80 personas más en la mira, o de que los asesinos van a volver en 20 días), y decisiones de pánico o de rabia. Se habla de ajustes de cuentas entre los grupos de Sinaloa y Chihuahua; se habla ya de una fuerza que está por encima de ellos, y de que pudiera tratarse de grupos paramilitares, pero nadie sabe nada, todo son rumores y especulaciones. El hecho es que la gente está terriblemente golpeada y angustiada. Yo siento que las cosas están cada vez más confusas y que ante tanta irracionalidad sentimos que puede suceder cualquier cosa y no hay modo de preverla; por supuesto que el ejército y la policía no van a ser quienes nos defiendan y solucionen la situación.
Es cierto que en la sierra se fue dejando crecer la presencia del narco. Estamos invadidos y ya es algo enraizado en la vida ordinaria —a ratos visto como inocuo, como una forma de ganarse la vida— pero por primera vez apareció toda la violencia que tiene. Créeme que nunca había sentido tan de cerca y tan brutalmente lo que es el poder del maligno. Por otro lado sientes rabia ante las declaraciones del gobierno, ante el silencio cómplice y la discriminación social que hay incluso en esto. Basta que se diga que fue un ajuste de cuentas para que ni siquiera se hagan las investigaciones más elementales. No sé, no se me ocurre cómo poder hacer presente esto a la sociedad. No es ya el gobierno el que nos puede defender y quizá ni siquiera son acciones puntuales sino un replanteamiento muy radical de nuestra sociedad, de nuestros intereses y formas de relación. A ratos sí se te ocurre pensar que de veras en nuestra sociedad Dios ha muerto y con Él la misericordia, la libertad y la esperanza...”

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