sábado, 7 de febrero de 2009

analisis cubano de Obama‏

Obama: ¿Cambio o continuidad? por Elíades Acosta Matos El pueblo norteamericano ha votado por Barack Obama para presidente y elOlimpo del establishment lo ha permitido, más por cálculo mezquino que porvocación democrática. En cierta medida, se ha cruzado el Rubicón. Se abre unnuevo tiempo para ese país y el resto del mundo, no mejor, sinoprobablemente menos malo. No había alternativa. Una eventual victoria de John Mc Cain hubiesesignificado la continuidad del Bushismo, esa locura suicida neoconservadoraque ha costado, solo en Irak, más de un millón de muertos, ha dejado a losEstados Unidos sin aliados ni prestigio internacional, y ha promovido lamayor crisis financiera de los tiempos modernos. No en vano Joseph Stiglitz,Premio Nobel de Economía en el 2001, dijo que "la crisis de Wall Street espara el fundamentalismo de mercado lo que la caída del Muro de Berlín fuepara el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económicaresulta insostenible."(1) Hay que reconocer que a esa conclusión habían llegado, mucho antes denoviembre, los gurúes del sistema, esos personajes invisibles y certeros quedesde las sombras manipulan los hilos de la política de su país y de buenaparte de la política mundial; los que establecen los kilogramos que usteddeberá rebajar si quiere ser un triunfador, el libro que no podrá dejar deleer y el film que no podrá dejar de ver en sus vacaciones. Habituados a lasapuestas fuertes, a leer en el aire los augurios y atener siempre a mano unplan B, acaban de jugar, a la vez, las cartas de la continuidad y el cambio.Es eso lo que significa Barack Obama como nuevo presidente de los EstadosUnidos: un repliegue previsto y ordenado para que no cunda el pánico enmedio del naufragio. En la Edad Media los exegetas del cristianismo solían afirmar que loscaminos del Señor son infinitos. Algo parecido podrían decir hoy losestrategas políticos que diseñaron la jugada Obama, que como es de suponer,en un escenario como el de la política norteamericana, ni se improvisa, nise deja a la casualidad. Con astucia se ha promovido como Mesías del sistemaa un hombre joven y poco conocido, de origen humilde, negro y con un padreproveniente del Tercer Mundo. Se reedita así la historia de Cristo, elSalvador, predestinado a traer a los hombres la Buena Nueva de la redención,pero venido al mundo en la familia de un paria. Pero a diferencia de lo quenos cuenta el Nuevo Testamento, no esperemos aquí ningún milagroespectacular. América Latina, continente inmerso en un proceso trascendental de cambios,constituye un reto para el nuevo presidente de los Estados Unidos. La lógicamás elemental indica que quien ha hecho de la palabra "cambio" su sloganpolítico de campaña debería mostrar especial sensibilidad y simpatía porpueblos que han echado a andar, precisamente, acuciados por la urgencia delos cambios. "Creo que los Estados Unidos siguen siendo la mejor esperanzapara el resto del mundo, y que quien resulte electo deberá asumir ese rol yllevarlo adelante"--declaró el presidente electo, el 23 de abril del 2007( ). Pero en el imaginario colectivo y en la memoria histórica de loslatinoamericanos, los gobiernos anteriores de ese país que sueña con ser unarquetipo a imitar, son los mismos que han intervenido repetidamente con susfuerzas militares en la región, que han subvertido y derrocado gobiernosdemocráticos electos por sus pueblos, que han instaurado y protegido adictaduras sangrientas causantes de miles de muertos y desparecidos, y quehan obstaculizado el desarrollo de las naciones con un saqueo despiadado. En su "Declaración sobre América Latina", leída ante el Senado el 8 de marzodel 2007, el entonces senador por Illinois reconoció que sucesivos gobiernosde su país habían descuidado las relaciones con sus vecinos hemisféricos yque esta sería una de las prioridades de su administración, en caso dellegar a la Casa Blanca. "Ayudar a la gente (de América Latina) a salir dela pobreza, forma parte de nuestros intereses y valores-afirmó-Cuandonuestros vecinos sufren, sufrimos todos. Nuestros compromisos debenexpresarse con acciones, no con palabras. Tenemos que mantener nuestro apoyoa la democracia, la justicia social y las oportunidades para nuestrosvecinos del sur. El hemisferio occidental es demasiado importante paranuestros principios e intereses económicos y de seguridad, como paraamenazarlo con políticas negligentes y mal aplicadas." ( ) Pero estas hermosas y esperanzadoras promesas del presidente recién electo,que para ser tomadas en serio, deberán, claro está, plasmarse en accionesconcretas a partir del 20 de enero del 2009, contrastan con algunas de susdeclaraciones hacia la Revolución cubana y la Revolución bolivariana deVenezuela. Llegados a este punto, amable retórica del cambio se traba yafloran de nuevo los viejos tiempos de las presiones, las advertencias y losregaños. En el primer caso, a la vez que ha reconocido la necesidad delevantar las restricciones existentes para que los cubano-americanos visitenla isla y envíen remesas sin límites a sus familiares, ha dicho también queaplicará una diplomacia "fuerte, inteligente y principista para llevarcambios reales a Cuba" ( ), abogando por el mantenimiento de un bloqueo."que aporta ventajas a la hora de negociar" ( ), no importa si esta medidaha fracasado, ni si causa dolor y sufrimientos al pueblo de la isla, ni siha sido rechazada, años tras años por la Asamblea General de la ONU, por sucarácter ilegal e inmoral. Del caso venezolano ha dicho que Chávez. "no esel tipo de vecino que queremos" ( ), cuando en rigor, eso es algo que hadecidido en las urnas, repetidamente, el pueblo venezolano, que es a quiencorresponde hacerlo. Estos pequeños destellos en medio del suspiro de alivio global con quefueron acogidos los resultados electorales del pasado 4 de noviembre,arrojan dudas acerca de si realmente con la nueva administración retornará ala Casa Blanca, a profundidad y de verdad, la cordura perdida, y si lanación podrá retomar el camino del que se le ha apartado durante tantotiempo. La clave del problema radica en definir qué entiende Barack Obama por"cambios" y hasta dónde está dispuesto a llegar con ellos. También seprecisa saber hasta dónde podrá y le será permitido acometerlos. Pararesponder a esas interrogantes, habrá que profundizar en las ideasestratégicas que se mueven en su entorno y en la filosofía que yace tras sufulgurante carrera política. Y eso no nos lleva, precisamente, a las plazasy calles repletas de fervorosos partidarios del "cambio", ni a los discursosinflamados con que este excelente orador ganó el corazón de susconciudadanos y de buena parte del mundo, sino a ciertas oficinas ygabinetes, donde en silencio se ha puesto a punto, hace ya algún tiempo, elguión de esta extraña perestroika americana. Cuando Barack Obama habla de "política inteligente", y Hillary Clinton, suflamante Secretaria de Estado, lo repite ante la audiencia del Comité deRelaciones Exteriores del Senado, como si de un conjuro se tratase, noestamos en presencia de un comodín retórico, sino de algo mucho másesencial, cuyo análisis podría arrojar cierta luz sobre la extensión yprofundidad del "cambio" que Obama dice encarnar. Porque detrás de Obamaestá la "teoría del poder suave e inteligente" (Soft and Smart Power)promovida por un tanque pensante de Washington, el CSIS (Centro de estudiosestratégicos e internacionales), como anteriormente, y detrás de Bush,estaban las concepciones neoconservadoras del Proyecto para un Nuevo SigloAmericano. Lo que diferenció a Obama de Mc Cain, y le granjeó el apoyo del electoradoestadounidense, fue que se presentó con un rostro bonachón y un discursohumano, que contrastaban fuertemente con el ceño permanentemente fruncido desu oponente, y sus apocalípticas preferencias por las guerras, los gastosmilitares, y las políticas fuertes. "Si yo llego a ser el rostro visible de la política exterior y el poder delos Estados Unidos tomaré las decisiones estratégicas con prudencia,manejaré las crisis, emergencias y oportunidades en el mundo, de manerasobria e inteligente."-- prometía el entonces candidato presidencial BarackObama( ) Obama encarna la potenciación astuta de esa esperanza universal, la de unmundo cansado de muerte, hambre, epidemias y tragedias. Eso no significa quecuestione el rol hegemónico, y por qué no decirlo, imperialista, con que supaís se proyecta, sino que, en la mejor tradición del CSIS, apuesta pormétodos blandos, diplomáticos, generadores de consenso y acatamientovoluntario, que le permitan al ahora agobiado sistema de dominación global,tomarse un respiro, eludiendo, en lo posible, las siempre costosas eimpopulares guerras. Obama encarna ahora las suaves maneras con que el sistema capitalista globalcontraataca, intentando salir de la crisis y recuperar tanto terrenoperdido; esas estrategias delicadas, pero firmes, siempre preferibles a losataques preventivos de los neoconservadores, con las que se pretende lograrlo mismo, sin tanto alboroto. Como ha sido siempre, en los viejos buenostiempos. Y no sé por qué, releyendo sus discursos, me ha dado por releerme también lanovela "El Gatopardo", de Giusseppe Tomasso di Lampedusa, por aquello deque. "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie." A propósito: ¿alguien habló de cambios? Con toda lógica surge una pregunta decisiva: las políticas del New Realism,¿están realmente destinadas a cambiar las bases profundas, las raíces delactual sistema imperialista global o se trata, apenas, de darle un nuevoaire y otra imagen forzadas por los descomunales y peligrosos errores de laadministración Bush? En un ensayo de James Traub publicado en "The New York Times Magazine"(7),exactamente un año ante de las elecciones que llevaron a Barack Obama a lapresidencia de los Estados Unidos, puede leerse una entrevista realizada aJoseph S. Nye, un profesor de Harvard considerado, según encuesta del 2005,como uno de los diez académicos norteamericanos más influyentes en el áreade las relaciones internacionales. Nye también ocupó altos cargos en lasadministraciones de Carter y Clinton, y es el creador de las "teorías delpoder suave e inteligente", corceles de batalla de la administración Obama ypanacea universal para resolver los problemas de Estados Unidos en susrelaciones con el resto del mundo, según se ha conocido. Aquellas declaraciones de Joseph Nye arrojan luz sobre lo que podráesperarse de una presidencia, como la actual, al identificar la filosofíapolítica que yace tras los exitosos discursos y las declaraciones de unpolítico como Barack Obama, mesurado, inteligente, lúcido a la hora deentender y saber usar la fuerza de las ideas y los símbolos para defender ypromover los intereses de su país. "Obama como presidente--declaró entoncesNye-- podrá hacer más por el soft power de los Estados Unidos en el mundo,que lo que hayamos podido hacer antes. Sentimos que él puede ayudarnos atransformar la manera en que los Estados Unidos tratan con el mundo."(8) Con toda franqueza, a nadie preocuparía la sintonía de las ideas de Nye conlas de Barack Obama, siempre que estas no simplifiquen el análisis de lascomplejidades del mundo contemporáneo, ni caigan en la tentación de intentarresolver los problemas globales mediante misiles inteligentes, cárcelessecretas y guerras preventivas, tan del gusto del clan neoconservador quedominó las decisiones de la administración saliente. Pero en la biografíadel propio Nye aparecen dos renglones que obligan a la reflexión, y quehacen que nos detengamos a hurgar en las entretelas y los significados dedicha coincidencia: Nye no solo ha sido un exitoso profesor universitario yuna destacada figura pública de dos gobiernos demócratas, sino también es elactual vicepresidente norteamericano de la Comisión Trilateral, un grupoprivado, sumamente influyente, que une a empresarios de su país, Canadá yEuropa, fundado en 1947 por Nelson Rockefeller, casualmente, el mismo año enque se considera dio inicio la Guerra Fría. Y por si fuera poco, también loes del Grupo Bilderberg, una elite de 130 empresarios, políticos y dueños degrandes medios de comunicación de todo el mundo, que se reúne cada año ensecreto, para determinar estrategias comunes ante los problemas del planeta. Y es aquí, llegado a este punto, donde no se por qué viene a mi mente aquelprudente consejo de Don Quijote a su escudero: "Cuidado, Sancho, que con laIglesia hemos topado". ¿ Acaso no es motivo de preocupación que detrás deladalid del "cambio" esté una teoría diseñada por uno de los adalides de laconservación de los privilegios, las enormes ganancias, y la hegemonía de unpuñado de naciones y empresas sobre el resto del mundo, precisamente muchode lo que se nos ha hecho entender que debe ser cambiado? Al parecer, y comose dice en el argot callejero cubano, "la lista no juega con el billete". En una entrevista para Deep Journal realizada por el periodista holandésDaan de Wit al escritor norteamericano Webster Tarpley, autor del libro"Obama, the Postmodern Coup, The Making of the Manchurian Candidate", seofrece un interesante análisis acerca del entorno ideológico del actualpresidente, y su alegada supeditación a figuras como Joseph Nye, ZbigniewBrzezinski y George Soros, todos vinculados a poderosos círculospreocupados por los retrocesos en el liderazgo global norteamericano, ydefensores de un replanteamiento radical en los métodos de política interiory exterior de la nación, precisamente, para poder ejercer tal liderazgo enlas nuevas condiciones de nuestra época. Una de las afirmaciones recurrentesde estas figuras, cuyos ecos atenuados por la cautela electoral se puedenrastrear en los discursos de Obama, es que no se necesitan invasionesmilitares, sino retos ideológicos, guerras culturales y una vigorosadiplomacia pública para devolver a Estados Unidos, y al capitalismo, engeneral, su lozanía perdida durantes los últimos años, reinstalándolo en elimaginario global como el paladín de la libertad y la democracia, y elsistema capaz de garantizar la mayor suma de felicidad a los seres humanos.Se trata, en resumen, no de tocar las esencias, rectificar errores o evitarinjusticias, sino de un vulgar asunto de imagen y relaciones públicas; no detransformar la realidad, apenas la percepción que de ella tienen los sereshumanos del planeta. Cuando Obama declaró a James Traub que las figuras de la política exteriornorteamericana que más admiraba eran George C. Marshall, Dean Acheson yGeorge F. Kennan,."por la manera en que habían resuelto los problemas,escogiendo siempre otras herramientas diferentes a las militares, que sonmuy costosas."(9), estaba reconociendo, de hecho, su pertenencia a lallamada escuela realista y pragmática de la política exterior de su país, ala cual pertenecen, precisamente, los personajes citados. Obama lo subrayótambién al reconocer que respetaba también al grupo que había delineado lapolítica exterior de los Estados Unidos durante el mandato de Bush Sr.,especialmente, a Colin Powell y Brent Scowcroft, este último, uno de losconsejeros del Centro para estudios estratégicos e internacionales (CSIS),el tanque pensante de Washington, del cual son también consejerosBrzezinski, Carla Hill, Henry Kissinger, Sam Nunn y Richard Fairbanks,mientras que Richard Armitage, quien fuera segundo de Powell, y Joseph S.Nye, forman parte de su junta de gobernadores. El 8 de febrero del 2008, bajo los auspicios del CSIS, Bill Richardson,gobernador del Estado de New México, y uno de los inicialmente propuestospor Obama para ocupar una secretaría en su gabinete, impartió unaconferencia cuyo título era sumamente elocuente: "The New Realism and theRebirth of American Leadership", sin dudas, un síntoma de los tiempos quecorren y de los aires renovados que se esperan de la nueva administración.En Australia, del otro lado del mundo, Francis Fukuyama, uno de los primerosfirmantes del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, que fue la plataformaneoconservadora de la presidencia de George W. Bush, marcaba distancia delnaufragio que ayudó a consumar, declarando, en la misma cuerda queRichardson: "Yo me percaté de que muchos de mis amigos (neoconservadores) dependíandemasiado de sus ideas del hard power, como medio para provocar cambiospolíticos en el mundo, pero los actuales conflictos son muy complicados ysolo el poder militar convencional no podrá poner de su lado a otrospueblos. Debemos usar más el soft power para promover los intereses de losEstados Unidos." (10) El nuevo rostro, y la renovada vocación cultural que intenta encarnar laadministración de Barack Obama es el que la historia le ha impuesto. Bajo ellook, glamoroso y renacido de la primavera que se nos promete, no es difíciladivinar las terribles cicatrices de la guerra de Irak, los desastres delhambre, las enfermedades y la miseria en que se debaten millones de sereshumanos del planeta, y que el capitalismo no ha logrado erradicar. Lasteorías y las eventuales prácticas del Soft y el Smart Power, su proclamadaintención de invertir en escuelas, hospitales, desarrollo sostenible paratodos, nuevos centros culturales estadounidense por el mundo, más programasde intercambio, mayores flujos de información, acceso a las tecnologías,comercio más justo y respeto a las diferencias, en caso de aplicarse,serían, sin dudas, un paso de avance con respecto a las teorías y lasprácticas francamente imperialistas de los neoconservadores. Pero con todalógica surge una pregunta decisiva: las políticas del New Realism, ¿estánrealmente destinadas a cambiar las bases profundas, las raíces del actualsistema imperialista global o se trata, apenas, de darle un nuevo aire yotra imagen forzadas por los descomunales y peligrosos errores de laadministración Bush? Al menos, en el terreno cultural, no se vislumbra un cambio radical en laorientación de las políticas en marcha. Sobre el tapete no está la promociónde una cultura democrática, plural, participativa, para hacer mejores a losseres humanos del planeta. Ni siquiera se discute cómo los ciudadanosnorteamericanos podrán acceder a los productos culturales de las demásnaciones del resto de los pueblos del mundo. De lo que se habla es acerca dequé mecanismos más eficientes y casi invisibles utilizar para retomar elcontrol de los flujos de las culturas y las ideas, dirigiéndolas del centroa la periferia, con el objetivo declarado de transformar la percepción queel mundo tiene de los Estados Unidos. Y cuando la cultura se utiliza de estamanera, no es de extrañar que lo que se quiera realmente ocultar detrás deella, sean los mecanismos de coerción y penetración no culturales,esencialmente económicos, políticos y militares. En este cambio generacional que está teniendo lugar en la políticaestadounidense, mientras parten cabizbajos los viejos neoconservadoresllevándose consigo, en procesión luctuosa, el cadáver del reaganismo y elbushismo, quienes llegan para relevarlos están convencidos de que la culturaes hoy la expresión concentrada de la economía y la guerra por otros medios,a saber, suaves, blandos e inteligentes. Y si apareciese algún optimista a ultranza, si alguien creyese que Obama esla nueva encarnación del Mesías y que su tarea es arrojar a latigazos a losmercaderes del templo de la nación y restaurar sus virtudes primigenias, loinvito a que analice la ruta del dinero invertido en la campaña electoral, ycomprobará la manera en que el sistema invierte, con absoluta cabeza fría,si de la autoconservación se trata: -Obama recaudó más del doble de lo logrado por los otros candidatos. Vale lapena recordar que en Ligas Mayores, lo que decide no es el modesto aporte delos ciudadanos humildes, sino el dinero de los grandes donantes, que, claroestá, no se mueven por filantropía ni idealismos, sino por sus intereses. -Los mayores donantes de esta contienda fueron las grandes corporaciones, alestilo de J.P. Morgan Chase, Goldman Sachs y Citigroup. - Por primera vez en muchos años, Wall Street invirtió en los candidatosdemócratas. También lo hicieron las grandes firmas legales. No creo que Vikrat Pandit, el actual presidente de Citigroup, ese monstruofinanciero presente en más de cien países, y que compró en el 2007 el fondode inversiones Old Lane Partners por 800 millones USD, de los cuales fuerona parar a su cuenta particular más de 165 millones, tenga los mismos idealesy esperanzas de cambio que el resto de los mortales del planeta, esos quesuspiraron de alivio al darse a conocer la victoria de Barack Obama. Pero pensándolo bien, ¿acaso es difícil imaginar al Sr. Pandit tambiénsuspirando aliviado al filo de la medianoche de aquel ya histórico 4 denoviembre? En su caso, claro, está, un suave suspiro, como suaves son laspolíticas que se han encargado aplicar al flamante presidente. La elección de Barack Obama como el presidente número 44 en la historia deesa nación, y su toma de posesión el pasado 20 de enero, ha puesto sobre eltapete de la opinión pública mundial el tema de los símbolos y sus posibleslecturas. Si alguien tiene plena conciencia del enorme peso cultural ypolítico de lo simbólico, ese es el propio Obama. La propia figura y el discurso del presidente electo su carisma, brillo,aplomo, audacia, simpatía, sangre fría e inteligencia devuelven, a nivelsimbólico, un liderazgo perdido a su país, que las torpezas y la mediocridadde George W. Bush habían dañado seriamente. Las alianzas se han renovado,automáticamente, y un aplauso casi unánime lo sigue en todas sus aparicionespúblicas. Con honrosas excepciones, entre ellas una de las Reflexiones deFidel Castro titulada "A contracorriente" y un artículo de Ignacio Ramonetdonde analizaba, con justa preocupación, la composición de su próximogabinete, pocos se han detenido a escrutar, con ojo crítico, las primerasmedidas proyectadas por su administración. En el caso concreto de laagresión israelí contra el pueblo palestino de Gaza, Obama defendió susilencio alegando razones políticas, y explicando que el país debía teneruna sola voz autorizada, pero olvidando dos principios esenciales: elprimero, que contra los crímenes es licito e inexcusable alzar la voz, puesse trata de una cuestión de principios éticos, antes que políticos, ysegundo, que si la voz de la nación debía ser la del actual presidente, elmundo siempre preferiría que se mantuviese con la boca cerrada. Esta falta de rigor y análisis objetivo alrededor de las proyecciones ydecisiones del flamante presidente norteamericano, nos hacen recordar quepocas cosas hay más peligrosas en el mundo contemporáneo y en la políticamundial que extender un cheque en blanco al presidente de la nación máspoderosa del planeta, como se comprobó, dramáticamente, tras los hechos del11 de septiembre del 2001. A nivel simbólico, la retórica de Obama opera con argumentos y conceptostomados de cierta izquierda lite, cercana a la socialdemocracia. Categoríastales como "justicia social" y "cambio", nunca antes habían esgrimidos contanta fuerza por ningún político norteamericano de este nivel.Independientemente de que en sus intervenciones públicas nunca nos haexplicado, a profundidad, de dónde surge y cómo se reproduce la injusticiasocial, y en consecuencia, contra qué fuerzas económicas y políticas debemosluchar para extirparla de raíz, está por ver la manera en que el presidentede la nación capitalista e imperialista más arrolladora, quiere o puedellevar a la práctica tales conceptos. La constante reiteración de los mismosen sus discursos, más que esclarecer, dejan una nebulosa de ambigüedades yconfusiones, especialmente en sectores menos informados y militantes de lapropia izquierda, que no pueden menos que recordarnos, por sus efectos, alas acciones de guerra cultural, tan del gusto de los hoy defenestradosneoconservadores en fuga. Las afirmaciones de Obama de que en su presidencia, y bajo su liderazgo, seborrarán las diferencias entre demócratas y republicanos, entre izquierda yderecha, son sutiles y muy adecuadas para introducir elementos de confusióndesde el capitalismo, pues constituyen un engañoso llamado a deponer lalucha política e ideológica, en aras de una falsa e imposible reconciliaciónde lo opuesto por naturaleza, en primer lugar, de clases socialescontrapuestas desde la propia génesis del capital. Aceptar sin polémica estaafirmación equivale, además, a lanzar por la borda, como a un fardoobsoleto, toda la teoría y la práctica revolucionaria de los últimos 150años, especialmente de aquella que se inició con el "Manifiesto Comunista",de Marx y Engels, y que debutó en el terreno de las ideas, hablando claro,en voz alta, sin avergonzarse de señalar, en la realidad, las verdaderascausas de la pobreza, de la explotación y de las injusticias sociales. Otro elemento simbólico a tener en cuenta alrededor de la figura de Obama essu biografía, sabiamente explotada por los hagiógrafos y mullidorespolíticos de turno. Poco importa que solo hubiese podido convivir con supadre keniano hasta los dos años, y que luego se hubiese reencontrado con éluna sola vez, antes de su muerte. Este elemento ha sido corcel de batallapara lograr la adhesión a su mandato de los más humillados y ofendidos de supaís, y del Tercer Mundo. Por otro lado, la imagen de su madre blancanorteamericana, con una historia de rebeldía contracultural y de afinidadescon la izquierda, no ha sido menos utilizada. Un hombre con estos orígenes,no importa si forma parte hoy de la elite de poder y si ayer fue miembro enla Universidad de Columbia de la aristocrática y excluyente Ivy League. Loque se nos ha vendido, hasta el cansancio, es la idea de que, mediante laselecciones, los grupos discriminados y progresistas han llegado, al fin, alpoder en los Estados Unidos, a través del presidente electo, quien haprotagonizado algo parecido a una revolución pacífica y democrática, que,oh, qué casualidad, deja flotando en el ambiente la sensación de que es unsistema superior y maduro, pues lo ha permitido, respetando la voluntadpopular y siendo capaz de rectificar una larga historia de errores. Este hombre joven, de apenas 47 años, ha podido proclamarse representante deuna manera diferente e innovadora de hacer política, aunque aquí la novedadno radique solo en enviar mensajes personalizados a los teléfonos celularesde millones de norteamericanos. Por razones generacionales, no estárelacionado con las grandes confrontaciones del Siglo XX, entre ellas, laGuerra Fría y la guerra de Vietnam, por lo tanto se le reputa como mucho máscapacitado para entender la sensibilidad postmoderna, y los desafíos yoportunidades de nuestro tiempo. Sus ambiguas anécdotas sobre el consumomoderado de alcohol y drogas, en sus años de estudiante, lo humanizaron alos ojos del público, y lo convirtieron en un ejemplo de autosuperación, yde las facilidades que brinda su país para alcanzar el éxito y lareinserción social. Y su imagen arquetípica, donde casi cada clase social,raza y profesión puede verse reflejada y representada, se redondea aldeclararse públicamente como un hombre culto, muy informado, que no seavergüenza de ser un intelectual, y que se maneja familiarmente con lasnuevas tecnologías, como ocurre con las generaciones más jóvenes, pues granparte de su éxito se debe a haber entendido que la política y las ideas dehoy no pueden triunfar sin Internet. Lo dicho hasta aquí solo pretende activar el pensamiento racional yanalítico de las personas de cara a tiempos nuevos, que ya se ven venir conesta nueva administración, y que obligarán al replanteo de muchas certezas ydiscursos anteriores. Los tiempos de la Guerra Fría, donde un puñado dechicos creativos trabajando para las agencias correspondientes del gobiernonorteamericano, eran capaces de transformar la percepción de la realidadmediante caricaturas, emisiones radiales, difusión de rumores y revistas,parecen hoy cosa de un pasado prehistórico. Hoy todo es más complejo y a lavez más sencillo. Sin embargo, no ha cambiado la certeza de que lasherramientas culturales sirven, eficazmente, para adelantar, promover,imponer y defender los intereses de una superpotencia como los EstadosUnidos. Herramientas de lucha ideológica y cultural, y no otra cosa, son losconceptos del "poder suave e inteligente", que respalda las proyeccionesinternacionales del gobierno de Barack Obama. Los retos ideológicos que estoentraña, para países, por ejemplo, como Cuba y Venezuela, son enormes. Para la Revolución cubana, para su pueblo, para sus artistas eintelectuales, se acercan momentos de prueba. La batalla de ideas entrará enuna fase inédita. El instinto de conservación de un sistema como elcapitalista, que está siendo azotado por crisis de una magnitud nunca antesvista, se deberá imponer a los sueños imperiales que hoy se han vistonaufragar en las calles de Bagdad o en las montañas afganas. Todoimperialismo sabe que desaparecerá, si no evoluciona. Por eso asistimos auna bien pensada operación de salvación, y no solo en el terreno de lasfinanzas, sino también en el de las ideas y los símbolos. La presidencia deBarack Obama, independientemente de sus resultados positivos o negativos,muestra que el sistema está dispuesto a transformar todo lo que no cambiesus esencias, en articular, sus métodos hegemónicos habituales, con tal demantenerlas intocables. Pero en el terreno de las ideas y la cultura, que es donde se medirá elverdadero alcance de los cambios prometidos, no hay fórmula infalible, niinvencible. Tampoco las propuestas del soft y el smart power lo son. Uninteresante artículo de Josef Joffe, publicado en The New York Times, el 14de mayo del 2006, bajo el título "The Perils of Soft Power", lo demuestra: "El soft power no necesariamente incrementará el amor que siente el mundohacia los Estados Unidos. Mientras se trate de poder, de este o cualquierotro tipo, siempre podrá generar enemigos. Independientemente de quemillones de personas de todo el mundo se vistan, escuchen música, beban,coman, miren televisión o cine, o bailen al estilo norteamericano, no porfuerza se identifican esas costumbres cotidianas con los Estados Unidos.Estos productos difunden la imagen, no necesariamente la simpatía. Hay pocarelación entre los artefactos y los efectos."(11) Ciertamente, lo que decidirá que la Humanidad crea en los Estados Unidosbajo el gobierno de Barack Obama, y en el propio Barack Obama, no será laretórica del poder suave e inteligente, por muy bien envuelto que nos loregalen, ni por apaciguadora que resulte, comparada con las declaracionesapocalípticas usuales de la anterior administración. Lo esencial serán laspolíticas prácticas que implemente la actual administración, que sean losuficientemente honestas, eficaces, justas y a tiempo, para contribuir aremediar los enormes males que corroen al planeta. Si Estados Unidos, bajo la nueva presidencia, se empeña en seguir siendo loque ha sido hasta hoy, una potencia imperialista y hegemónica, entonces denada habrá valido el voto de confianza de los electores norteamericanos ydel resto del mundo a ese hombre joven, negro, brillante y carismático queentró en la historia enarbolando la palabra "cambio", sencillamente, porqueno habrá cambiado nada. En los tiempos de la Roma, especialmente para los galos, judíos y germanos,Roma era Roma, aunque en la silla imperial se sentase César, Nerón oConstantino. Ha llegado el momento de comprobar si, a fin de cuentas, quien tiene hoy ensus manos las riendas de la nación más poderosa del planeta simboliza lacontinuidad o el cambio. Ojalá sea lo segundo. El próximo 30 de abril se cumplirán los primeros ciendías del nuevo mandato del flamante presidente número 44 de los EstadosUnidos. Como decían nuestras abuelas: "Obras son amores". Esperemos que aquellaseñora negra que vivía a orillas del Lago Victoria, o la otra blanca deKansas, le hayan enseñado lo mismo a su nieto, Barack Hussein Obama. Elíades Acosta Matos, escritor y ensayista cubano. Ha publicado numerososensayos y libros entre estos últimos destacamos Apocalipsis según SanGeorge,De Valencia a Bagdag y en la Feria del Libro de La Habana 2009 serápresentado su último libro titulado El imperialismo del siglo 21: lasguerras culturales. Acosta fue jefe del Departamento de Cultura del Comitécentral del Partido Comunista de Cuba.

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