Anabel Ochoa, escritora, sexóloga y experta en sicoanálisis, murió ayer víctima de una embolia. Nacida en Bilbao en 1955, y radicada en México desde hace más de 15 años, condujo en los años recientes un programa radiofónico de sexualidad.
En su quehacer profesional, derrumbó varios prejuicios sobre un tema tabú: el sexo, al que suele asociarse con lo vulgar y lo pecaminoso. Quitó prejuicios.
Hablaba directo sobre el tema del sexo. Su voz ronca era inconfundible.
Son numerosos sus ensayos, conferencias y artículos de opinión, como su libro de cuentos, Erotika tanatika (en coautoría con Josu Iturbe, su esposo), entre varios más.
Antes de llegar a México, residió en diversos países de Oriente. Era una mujer culta. Ser culta espanta a los hombres, según afirmaba.
Recalcaba que los temas del sexo debían ser claros en su explicación, a los que no había que darles vuelta. Su tono era duro, aunque no ofensivo. “No creo que existan las morales. Definitivamente, creo que son mascaradas. Existe la economía y el poder; una está ligada a la otra y a partir de ahí nos inventamos normas en las que quien tiene el poder y el dinero le dice al otro: ‘si tu haces esto te condenas y si haces lo otro echas a perder tu vida’.
“Si algo le debemos a los muertos de sida es que nos obligaron a hablar de sexualidad. De no haber existido esta mortal enfermedad continuaríamos con una doble moral, sin darnos cuenta que lo que hacía falta a esta sociedad es información.”
La también actriz de teatro (se le recuerda en el elenco de Los monólogos de la vagina), Anabel Ochoa reconoció que durante varios años su trabajo como sexóloga fue rechazado.
Participó en varios programas de radio y televisión. Familiares, amigos y admiradores le dan hoy su último adiós en la agencia de Gayosso de Félix Cuevas.
En su quehacer profesional, derrumbó varios prejuicios sobre un tema tabú: el sexo, al que suele asociarse con lo vulgar y lo pecaminoso. Quitó prejuicios.
Hablaba directo sobre el tema del sexo. Su voz ronca era inconfundible.
Son numerosos sus ensayos, conferencias y artículos de opinión, como su libro de cuentos, Erotika tanatika (en coautoría con Josu Iturbe, su esposo), entre varios más.
Antes de llegar a México, residió en diversos países de Oriente. Era una mujer culta. Ser culta espanta a los hombres, según afirmaba.
Recalcaba que los temas del sexo debían ser claros en su explicación, a los que no había que darles vuelta. Su tono era duro, aunque no ofensivo. “No creo que existan las morales. Definitivamente, creo que son mascaradas. Existe la economía y el poder; una está ligada a la otra y a partir de ahí nos inventamos normas en las que quien tiene el poder y el dinero le dice al otro: ‘si tu haces esto te condenas y si haces lo otro echas a perder tu vida’.
“Si algo le debemos a los muertos de sida es que nos obligaron a hablar de sexualidad. De no haber existido esta mortal enfermedad continuaríamos con una doble moral, sin darnos cuenta que lo que hacía falta a esta sociedad es información.”
La también actriz de teatro (se le recuerda en el elenco de Los monólogos de la vagina), Anabel Ochoa reconoció que durante varios años su trabajo como sexóloga fue rechazado.
Participó en varios programas de radio y televisión. Familiares, amigos y admiradores le dan hoy su último adiós en la agencia de Gayosso de Félix Cuevas.
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